De cómo la era digital ha cambiado nuestro enfoque acerca del morir y del duelo.

Categories: In The Media.

En los días y semanas previos al fallecimiento de Leonard Nimoy, el actor y director, más conocido por su papel del señor Spock en la seria televisiva Star Trek (Viaje a las Estrellas), supo que se estaba muriendo. Como forma de hacer las paces con esto y para despedirse de sus amigos, familia y fans alrededor del mundo, Leonard utilizó reiteradamente la red social Twitter, escribiendo allí social algunas frases, poemas, palabras.

Observando esto, ¿podría decirse que existe un nuevo ars moriendi? ¿una nueva forma de morir está emergiendo en la era digital? Los historiadores han comentado que, antes del siglo XX, el morir era un asunto público. En épocas en que la gente vivía frecuentemente
apretujada en viviendas de un solo ambiente, resultaba difícil que casi cualquier acción social fuera demasiado privada. Aún la gente rica, en sus grandes mansiones, vivían sus vidas más de cara al resto de la gente que lo que sucede actualmente.

La mejora en las condiciones de la vivienda ofrece hoy, en general, mayor privacidad, lo que también incluye la mayor privacidad existente en hospitales y residencias de cuidados, sitios estos donde con frecuencia la gente muere hoy – apartados de la vista de la mayoría de la gente. El resultado no es que la muerte sea necesariamente un tabú, sino que se ha vuelto algo escondido, se escamotea la muerte – lo que el historiador Philippe Ariès llama “ no familiar”.

Pero eso parece haber ido cambiando de un tiempo a esta parte. Los últimos 30 años han sido testigos de una explosión de la autopatografía, entendida como la autobiografía que relata el desarrollo de la propia vida, mirada desde desde el punto de vista de las enfermedades sufridas y de la propia muerte, casi siempre relacionada al cáncer. También los fotógrafos artísticos participan de alguna manera en esta modalidad de relación con la muerte, documentando los cuerpos marchitos de gente muriendo por cáncer o HIV-SIDA, o bien a través de retratos tomados antes y después de la muerte.

Nadie ha sido obligado a leer o mirar estas ofrendas pero, al menos en el Reino Unido eso cambió en el año 2009. Jade Goody, quien había alcanzado la fama como participante del programa televisivo Gran Hermano, realizó un acuerdo con medios gráficos y la revista OK Magazine para la cobertura de su propia muerte por cáncer, día a día, semana a semana. Ella deseaba morir como había vivido, rodeada por las luminarias y el brillo de los medios. Durante varias semanas resultó imposible mirar cualquier resumen de noticias televisivo sin confrontar con imágenes en primer plano de la cabeza calva de Goody (Jade Goody ) en su final y estrepitosamente público viaje.

En nuestros días, la penetración de los medios sociales pueden llevarnos aún varios pasos más adelante. Cualquiera puede construir un blog a twittear acerca de su propio morir– lo cual puede ser muy educativo para los médicos que leen los blogs de los pacientes. También esto puede facilitar la comunicación a grupos de mutua ayuda compuestos por personas con enfermedades terminales, donde sea que estén las personas y sea cual fuere el momento. Estos pacientes pueden asimismo encontrar apoyo emocional y práctico de otro paciente en forma online.

Adicionalmente, tras la muerte, los medios sociales permitirían que el duelo sea más compartido y más público que lo que generalmente lo era en el siglo XX. Aquellos que sufren pueden expresar su sufrimiento, y al hacerlo, educan a otros acerca del morir y el duelo.

Una “benidición” mixta

Pero todo esto no carece de problemas. En el siglo XX, mucha gente valorizaba la privacidad que apartaba de la vista de otros el morir y el hacer el duelo. La visibilidad, offline u online, crea la posibilidad de apoyo, pero también requiere que quien sufre sea expuesto públicamente, con un rostro que puede no ser reflejo del sufrimiento interno.

La visibilidad también incrementa la posibilidad de comentarios poco felices y aún de la censura. Esto se hace a veces evidente en el duelo, en que quienes lo están llevando a cabo, pueden ser criticados por tener duelos demasiado largos, o demasiado cortos; pueden ser juzgados como personas demasiado estoicas o por demás expresivas. Facebook, con su ethos ultraoptimista, podría no ser el sitio en el cual la gente joven que está muriendo de cáncer, desee compartir sus mayores miedos y sus más profundas ansiedades.

En los Estados Unidos de América, la división entre el conservadurismo religioso y el humanismo liberal, las diferentes formas de confrontar con el sufrimiento y el hallar esperanza en la mortalidad podrían alguna vez haber estado presentes dentro de sus comunidades. Pero en el mundo sin límites precisos del online todo se confunde, llevando con frecuencia a mayor sufrimiento. Espacios fundamentalistas en que se comenta la eutanasia o el duelo post-aborto pueden resultar absolutamente inútiles para aquellos que buscan asesoramiento, consejo y consuelo. Los sitios web humanistas liberales podrían no ser bienvenidos por aquellos que son religiosos y buscan ayuda pastoral.

De tal manera, podrían ser valiosos ciertos sitios online restringidos a determinados grupos etarios, con enfermedades específicas o que conparten creencias religiosas en particular. Pero los sitios online coordinados por personas que padecen ciertas condiciones amenazantes de la vida, tales como depresión, o anorexia, pueden resultar incómodos para amigos y familiares. Dichos sitios web podrían incluso alentar pactos suicidas o un ethos pro-anorexia e incluso intempestivamente dejar de funcionar, sumando en sus miembros el sentimiento de no ser comprendidos..

La única certidumbre

El ser humano siempre ha sido mortal, pero las culturas y subculturas alrededor de la muerte nunca han sido estáticas. Internet y otras formas nuevas de comunicación ofrecen distintas maneras de familiarizarnos con la muerte: impresiones, fotografía, registros de sonido, televisión, e-mails, Facebook, Twitter, y varias más. Cada nueva tecnología impacta sobre tensiones existentes, tales como la privacidad versus el compartir, la libertad de morir o hacer el duelo a la manera de cada uno versus la vigilancia y censura de los otros, el poder versus la resistencia al poder.

Todos podemos tener la certeza de que vamos a morir. Pero no podemos tener la certeza, cuando llegue nuestro momento, de cómo la tecnología y la sociedad nos ofrecerán acompañarnos en en el final de ese viaje.

El artículo original en inglés puede ser leído aquí. 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *