La mayoría de quienes sufren dolor por carencia de morfina residen en las regiones más pobres del mundo. Cerca del 90% del consumo mundial de morfina se produce en países de América del Norte y Europa. 10% para todo el resto del mundo es sin dudas insuficiente.
HUNTINGTON, N.Y. — IMAGINESE ver a un ser querido gimiendo de dolor, arqueado en posición fetal, rogando por alivio. Imagine ahora que ese dolor puede ser aliviado por un medicamento económico, pero que ese medicamento no se encuentra disponible.
Todos los días, cerca de seis millones de personas en todo el mundo, aquejadas por la presencia de cáncer avanzado, sufren esa angustiante situación por no tener acceso a la morfina, la piedra fundamental del tratamiento para aliviar el dolor por cáncer. La Organización Mundial de la Salud ha declarado que el acceso a las medidas tendientes al tratamiento del dolor, incluyendo el recibir morfina, constituye un derecho humano esencial.
La mayoría de quienes sufren dolor por carencia de morfina residen en las regiones más pobres del mundo. Cerca del 90% del consumo mundial de morfina se produce en países de América del Norte y Europa, en tanto, entre todos los países de ingresos bajos y medios consumen solamente el 6 por ciento. En el Africa sub-sahariana, la región donde se observa el menor consumo de morfina y otros opioides, 32 de 53 países tienen un acceso mínimo – o inexistente –a la morfina.
Sin embargo, esta grosera discordancia en su uso, no está en concordancia directa con la distribución desigual de la riqueza. La morfina es fácil de producir y resulta sumamente económica, solo algunos centavos por dosis. Pero la ganancia económica que produce a las compañías famacéuticas también es baja, lo cual disminuye el incentivo de las mismas para ingresar en mercados de bajos recursos.
Si todo estuviera relacionado solamente con el dinero, la solución – acceso subsidiado— sería obvia. Sin embargo, el problema se ve complicado por un laberinto de barreras que abarcan aspectos burocráticos, culturales y el escalofriante efecto de la guerra internacional contra las drogas, cuyos orígenes pueden rastrearse en la Convención sobre Drogas Narcóticas de las Naciones Unidas, en 1961 (United Nations), que estandarizó las regulaciones internacionales concernientes a drogas narcóticas. Guiados por el problema acerca del uso ilícito de los opioides, una clase de drogas que incluye a la heroína, la Convención Unica de las Naciones Unidas generó innumerables restricciones en el uso de la morfina por temor a su abuso.
La India es un claro efecto de cómo dichas restricciones pueden tener efectos devastadores sobre las vidas humanas. En un importante documental titulado “El Proyecto Dolor” ( “The Pain Project”), el líder en cuidados paliativos, Dr. M. R. Rajagopal, explica que la actividad de la agencia india de regulación de narcóticos es tan irracional que, en 27 de los 28 estados (provincias) de la India, los médicos directamente evitan prescribir morfina para el dolor por cáncer, por miedo a entrar en conflictos con la ley.
En dicho film documental se puede ver a una anciana mujer india, quien padece cáncer avanzado de mama, yaciendo en su cama y quejándose lastimosamente de dolor. Es terrible verla, pero ilustra la constante penuria de la carencia de tratamiento del dolor por cáncer.
Bajo una creciente presión, la India, recientemente, ha disminuido algunas de las restricciones para el uso médico de la morfina y ha simplificado el proceso de licencias desde 4 o 5 organismos distintos en una autoridad única. Si bien esto es un paso adelante, dicha enmienda reciente no toma en cuenta muchas otras duras regulaciones que disuaden a los médicos de la libre prescripción de morfina. Como agregado a los bloqueos regulatorios, el cuidado de la salud en India es sumamente fragmentado y se carece de suficiente número de profesionales.
Pero India es solamente uno de los países del mundo de escasos medios y recursos en que puede encontrarse esta misma historia.
Distintas organizaciones, tales como la Iniciativa Global de Acceso al Alivio del Dolor (Global Access to Pain Relief Initiative), Hospice Sin Fronteras y Human Rights Watch, están involucradas en disminuir la crisis global de la falta de tratamiento del dolor por cáncer, pero para un puñado de organizaciones no gubernamentales y que cuentan con bajos recursos, ello remeda la tarea de Sísifo. Aun así, asociándose con otras organizaciones internacionales y desarrollando sistemas innovadores, ciertas áreas de escasos recursos del mundo han tenido algunos progresos.
Uganda, un país devastado por la guerra ha dado un gran paso en cuanto a la provisión de morfina a los pacientes con cáncer. Gracias a la determinación de líderes que abogan por esta causa, como el Dr. Jack Jagwe, quien fuera anteriormente asesor del ministro de salud de Uganda. En los años 90, el Dr. Jagwe y otros líderes, junto a médicos extranjeros y miembros de la comunidad internacional, pudieron intriducir dentro de las reglamentaciones sanitarias de su país, un texto conducente a que todo ciudadano de Uganda tuviera derecho a recibir cuidados paliativos, lo cual contituyó un hito fundacional en Africa.
En parte gracias a esta iniciativa, Uganda enmendó sus rígidas leyes acerca de narcóticos, permitiendo a las enfermeras prescribir morfina a pacientes con cáncer, sin necesidad de que existiera un médico presente. Esto resulta esencial en la administración de morfina para pacientes de áreas rurales, quienes se hallan imposibilitados de recorrer una larga distancia para acudir a un centro sanitario en la ciudad.
Esta facilidad regulatoria, ha abierto la puerta para que una entidad no gubernamental -Hospice Africa Uganda – produzca su propia morfina. Este proceso no sólo libra a Hospice Africa Uganda de la necesidad de negociar con ciertas compañías internacionales, sino que produce mayor eficiencia en el mercado, al existir la posibilidad de fabricar morfina en forma acorde a la demanda— los costos por paciente para alivio del dolor actualmente estimados son de alrededor de 1 dólar estadounidense por semana. Esta experiencia, aunque aún en progreso, podría ser un modelo para otros países cuyos recursos económicos constituyen un problema.
El dolor por cáncer no tratado es un desastre humano así como lo es el hambre; sus víctimas ayunan hasta que mueren. Pero como muestra la experiencia en Uganda, existen modelos de fácil implementación y costo-efectivos que podrían proveer rápidamente de morfina a los pacientes con cáncer alrededor del mundo.
Al igual que todos los movimientos exitosos de derechos humanos, necesitamos “darle un rostro” a la injusticia del dolor no tratado en el cáncer. Ser testigos de una sala de consulta llena de niños pobres con cáncer avanzado, llorando en agonía, debería convencernos a todos que el acceso a la morfina es un derecho humano.
Ronald Piana is a freelance science journalist.
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